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Válvula de escape

«Válvula de escape»

Si no fuera porque se trata de los dos máximos exponentes del Golf Argentino, creería que son dos aficionados nerviosos.

Si no se tratase de un evento real, que vivimos todos hace pocos días, pensaría que es un pésimo chiste de gallegos (con las disculpas del caso…para los gallegos).

La sensación de bronca y desamparo que me generó la noticia de las tarjetas del Gato y el Chino, con la consecuente descalificación de uno de los mayores torneos de golf locales, debe poder compararse con la que siente un hincha de fútbol ante la pérdida de un partido por un penal en el último minuto, o como la que sintió la tribuna entera del autódromo cuando se le acabó la nafta al Lole Reutemann en la última vuelta del Gran Premio viniendo puntero… allá por el setenta y pico…se recuerdan?

No me cabe en la cabeza (y eso es decir mucho, dado el tamaño que tiene la
pobre…) que existan errores tan básicos a nivel profesional, máxime cuando se habla de especialistas fogueados en todos los continentes y con todo tipo de torneos, canchas y oponentes; máxime también, cuando se recuerda vívidamente lo que amargamente sufrió y seguramente no olvidará nunca nuestro Maestro De Vicenzo, cuando en el ’68 (Masters de Augusta) en el último hoyo empatado con el estadounidense Bob Goaldy, firmó su tarjeta sin revisar lo que había anotado Tommy Aaron, su compañero de juego quien distraídamente (andá…!!) sumó un golpe de más en un hoyo. Allí murió, burda y torpemente, la posibilidad de definir ese torneo tan especial e importante para él y todos los seguidores argentinos.

Ese fue un tema harto conocido, discutido y polemizado por todos los profesionales del Golf nacional e internacional, pero como es conocido también: parece que las experiencias ajenas no sirven de mucho.

Discúlpenme la bronca que destilo, pero entiendo que no hay derecho. No hay ningún derecho o argumento que justifique esta metida fenomenal de pata y a ese nivel. Hay cosas que a los profesionales no se le perdonan, se olvidan con el tiempo pero no se perdonan.

Entonces uno busca mecanismos de explicaciones espúreas, situaciones de entendimiento difíciles de entender, chicanas que tratan de suavizar el sabor amargo de la derrota, de la derrota infantil, tonta, sin sentido; pero quizá la única verdad la encontremos en la falta de apoyo del grupo profesional (?) logístico que permanentemente rodea y debe acompañar a los profesionales que juegan.

A ningún caddie que Uds. hayan conocido en su vida amateur de Golf se le puede haber escapado tan siquiera el comentario, la sugerencia, la mirada conspicua y compartida de los tantos que se anotan en una tarjeta y por ende, el hecho de no haber detectado el intercambio de las mismas en semejante torneo.

Es, salvo que me indiquen lo contrario, un hecho que merece incorporarse en el libro de los Guiness de los Records bajo el título de estupidez colectiva y simultánea.

Ahora, ya descargado de pseudopatriotismo, bronca y sentimiento nacional de Golf, pienso en ellos; trato dificultosamente de meterme en sus mentes en esos instantes en que les informan su error… ni quiero pensar en las cosas que habrán pasado por esas dos personas en esos minutos, el peso que habrán sentido sobre sus espaldas frente a todo un público que venía siguiendo paso a paso los acontecimientos, con la esperanza a flor de piel de verlos triunfar o de salir airosos frente al resto de los ‘peso-pesados’. Las horas, esfuerzos y dinero de todas las empresas organizadoras, en fin…debe ser una de las sensaciones anímicas y deportivas más tristes e impotentes de manejar, entender y digerir, quizá eso les lleve años, o quizá nunca puedan asumir tremenda pérdida técnica frente a un frío y objetivo reglamento que para todos los argentinos hoy parece estar escrito por puño y letra de drácula.

El título que le puse a la nota hace referencia a una válvula de escape, luego de buscar y tratar de encontrar algún argumento sólido que me deje conforme con este inesperado e insólito final.

Lo único que encontré desde el punto de vista lógico y con sentido común fue ese, el hecho de entender la terrible e insoportable presión que debe sentir un deportista a la hora de rendir examen frente a su propio público; impresionante presión que busca una grieta, una debilidad, un flanco desatendido para escapar y explotar derrumbando al deportista; presión que esta vez encontró toda la solidez y madurez deportiva y profesional tanto en el Chino como en el Gato, no pudiendo doblegarlos ni hasta en el último minuto del último hoyo del juego; presión que desafortunadamente encontró sólo una válvula de escape en otro lado, en la confianza y conocimiento que se tienen mutuamente esos dos amigos y grandes compañeros y que, por esa misma razón tanto uno como otro no se preocuparon de lo formal y reglamentario… o acaso piensan que hubiera pasado lo mismo si el Chino y el Gato hubieran tenido que jugar con sendos extranjeros o desconocidos como pareja ?

Un abrazo.

Marcelo H. Barba