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Abramos

Abramos un polémica…

Tiempo atrás tuve la suerte de jugar al Golf con un amigo que no veía desde hace meses.

Nos encontramos y nos propusimos una partida de 18 hoyos bien dialogados sobre tantas cosas que normalmente compartimos y que, por las circunstancias del trabajo y la vida, quedan relegadas y nos olvidamos de lo importante, de la amistad que nos une.

Por supuesto que luego de no verse, tanto el uno como el otro espera ver en su oponente los ‘avances’ logrados en ese tiempo de alejamiento. La primer pregunta que nos cruzamos se relacionó con la cifra que jugaba cada uno en la actualidad.

Recordaba muy bien el tipo de juego de mi amigo: agresivo, de swing amplio y lento, encarando el juego de una manera muy especial. Cuando nos dejamos de ver, se acercaba a unos envidiables 19 de handicap y yo, arrastraba miserablemente mis 29 tantos que rápidamente malgastaba en la primer docena de hoyos…

Me sorprendí cuando me dijo que ahora jugaba 23 y que no podía retomar un buen nivel a pesar del esfuerzo que imponía en cada oportunidad. Salimos del uno y ya, cuando lo vi parado de otra forma, con otro grip, con otro swing… también observé otro estilo de juego.

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Gracias a la amistad, uno se siente habilitado (y viceversa) a preguntarse cosas que tienen que ver con el juego, y luego de charlar un rato sobre experiencias que habían pasado, me dijo que había decidido tomar clases de Golf con un profesor excelente recomendado por otra persona en otro club…

En ese momento pregunté, si uno no comete el error de ir a tomar clases con un profesor que no conoce; que con toda su buena voluntad de mejorarte el juego, te hacen empezar de nuevo y te cambian todo lo que hasta ese momento habías logrado ‘grabar’ a fuerza de miles de repeticiones, en los músculos, articulaciones y cerebro.

Hablamos mucho del tema y según él, al quien no pareció afectarle tanto la diferencia (aunque me reservo alguna duda), este problema de ‘mezclar y dar de nuevo’, es muy común que suceda cada vez que se toma clases con profesionales que nos corrigen defectos pero a la larga, se logran mejores resultados finales… si uno insiste e insiste.

Mi opinión (y aquí abro la polémica…) es que a ‘cierta altura de la vida’, por lo menos en las edades de mi amigo y la mía, las exigencias competitivas decrecen y se adaptan a un estilo un poco más ‘conservador’, donde se permanece con cierta estabilidad y mejorando, cómoda y lentamente en función del tiempo que le dedique al juego. Dicho en buen romance: es hora de divertirse y pasarla lo mejor que se pueda.

Con ello quiero decir que, cualquiera que empezó a jugar de grande, que ya pasó la raya de los 40 o está muy cerca y, con todo su esfuerzo llegó a bajar los 20 de handicap, comienza a divierte mucho y a disfrutar cada partido; con lo cual, es poco probable que esas personas (hablo de las que normalmente trabajan de lunes a viernes y hacen Golf los fines de semana) arriesguen su ‘estilo’ tratando de empezar de nuevo y desde cero con un nuevo profesor… porque en el mejor de los casos -y después de varios meses- sólo lograrán volver a sus ’20’ dejando tras de sí una incontable cantidad de fines de semana de mala sangre.

A esta altura de los acontecimientos, no quisiera que alguno interpretara que estoy en contra de los profesores ni de tomar clases; simplemente digo que tanto el –alumno- debe reconocer sus limitaciones antes de decidir esta especie de ‘entrega’ a un cambio profundo, como también el profesor saber medir el impacto que eventualmente causará al ‘implantarle’ un nuevo estilo de juego a éste.

Estoy firmemente convencido que todo mecanismo en la vida necesita, cada tanto, un ajuste o revisión para corregir defectos o reencauzar desvíos. El Golf es uno de ellos, no escapa a las generales de la ley.

De vez en cuando, no viene mal una miradita y puesta a punto por un profesional; pero cuidado… hablen con éste para indicarle algunos límites y que sepa cuál es nuestro objetivo, ya que podríamos caer sin pretenderlo, nosotros ni el mismo profesor, en un empezar de nuevo y con ello, olvidarnos de muchas cosas que funcionaban bastante bien.

Contemporicemos un poco con un chiste:

Luego de varias clases de Golf, Juancito se decide a salir a la cancha acompañado de su profesor.

En el primer golpe su pelota sale disparada hacia el fairway de otro hoyo que cruzaba en sentido contrario.

Se acercan a la pelota pero ven que la línea de recuperación pasa exactamente por una casa enorme situada en medio de los dos fairways. Juancito le pregunta a su ‘profe’ qué actitud tomar y este le contesta que, si le apunta al garage de la casa verá que el mismo tiene la particularidad de estar abierto por ambos lados, es decir por el frente y por el contrafrente, con lo cual, con un hierro 3 pegado bien bajo, puede cruzar el fairway pasando por el centro del garage y quedar bien posicionado para encarar el green.

Juancito apunta y pega.

Dá la casualidad que justo en el momento del impacto, sale de una puerta del garage una señora y la pelota le pega en la cabeza. Le provoca una herida, terminan internando a la mujer y se arma un revuelo bárbaro…

Pasa el tiempo y Juancito vuelve a salir a la cancha junto con otros amigos. Uno de ellos pega mal y queda en la misma posición que había quedado Juancito en aquel día memorable.

Este amigo le consulta a su caddie cuál sería el mejor tiro para salvar la situación de la famosa «casa del medio».

El caddie le dice que si apunta al garage y le pega por el centro, su pelota cruzará de fairway y quedará bien parado para su llegada al green, con lo cual el jugador se prepara y apunta.

Cuando Juancito lo vé haciendo un swing de práctica y apuntando al garage de la casa le grita y lo para en seco…

_ Cuidado… Cuidado… no tires por ahí !!! Mirá que el año pasado hice lo mismo que vos y terminé haciendo un boggie…

Nos vemos.

Marcelo H. Barba