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Cultura II

Cultura II

Siguiendo a la anterior nota sobre este mismo tema -cultura- y con el único propósito de mejorar día a día la calidad de juego humana y profesional, hablemos un poco de las nuevas costumbres que han llegado a los links, de a poco y sin que muchos lo notaran, pero que progresivamente comenzaron a formar parte de una vida ya demasiado complicada, demasiado acelerada…

Uno de los elementos que literalmente -choca- con la práctica amateur y profesional de este deporte es el uso del teléfono celular mientras se juega.

Este práctico y útil aparatito llegó a nuestras vidas en casi todas las actividades familiares y laborales. La cosa no sería tan traumática si los usuarios supiéramos ubicarnos en los límites razonables y justos que el sentido común nos indica en cada caso.

Ya se los oye sonar en los lugares más inesperados: dentro de un cine en medio de una película; en plena ceremonia religiosa dentro de cualquier tipo de templo; en una disertación importante frente a un amplio auditorio en silencio; en un repetuoso entierro o mientras entonamos el himno nacional en un acto; en fin… ya suenan irreverentes y transgresores hasta en el medio de un pensado, ensayado y casi perfecto back-swing o justo en ese preciso momento en que se le está impactando a la pelota que quedó a 30 cm. del hoyo (…y necesitábamos meter o meter) e inclusive, produciendo una gama de sonidos y cadencias de lo más ingeniosas mire.

Qué era de la vida de un golfista no hace tanto tiempo atrás, sin un teléfono celular?

Llegará también la hora (moda) de ir acompañados de una secretaria que vaya tomando notas de trabajo?

Terminaremos incorporando una ‘PC’ al carrito porta-palos? dado que también necesitaremos estar ‘on-line’ con el correo electrónico…?

Alguno podrá decir que en el resto de los deportes (hasta hoy…) no hace falta un celular porque no se ‘desaparece’ por cuatro ó más horas de casa o de la oficina. Es verdad.

Pero también es verdad que ESE mismo argumento es una de las mejores cosas que hace incomparable e irresistible a este deporte: 4 ó más horas consecutivas con uno mismo y la naturaleza en toda su expresión.

Adoptemos a la tecnología, que sin dudas nos ayuda y nos permite eso: poder estar jugando golf sin que por ello desaparezcamos del planeta y además, nos puedan ubicar mejor y más rápido ante alguna urgencia; pero vuelvo sobre el mismo punto: el punto del equilibrio que menciono reiteradamente y en cada nota; ese sentido común que nos indica que no es vitalmente necesario estar permanentemente conectados con el día a día.

Démonos el gusto de desenchufarnos un rato por semana y coincidan por lo menos, en que puede ser una opción válida prender ese «movi» ó ese «mini» en el bar del ’19, o cada hora para realizar una breve llamada y ver si todo anda bien (retirándonos la suficiente distancia del resto de los compañeros de juego, a fin de no afectarles su concentración).

Después de todo, ya sabemos que si algo verdaderamente urgente requiere de nuestra presencia, todos somos fácilmente ubicables por nuestro querido amigo el «Starter», que en cuestión de minutos nos llevará con su carrito eléctrico desde donde estemos hasta el teléfono más cercano.

Ahora terminemos amistosos con un chiste de golf:

Eran dos amigos inseparables. Jugaban juntos desde temprana edad.

Siempre uno u otro se encargaba indistintamente de reservar la salida del sábado y del domingo. Pasara lo que pasara, siempre se encontraban para jugar, con frío, lluvia, calor, no importaba: Pedro y Juan poseían una amistad monolítica y una perseverancia total.

Luego de 25 años de jugar juntos, Pedro le pregunta a Juan qué pasará cuando alguno de los dos muera. Ya tenían más de 60… y seguían cumpliendo semana a semana su hermosa y atractiva rutina de juego-diálogo-amistad.

Juan le propone a Pedro que, cualquiera de los dos que muera primero tome el compromiso de hacerle llegar al que quede vivo, alguna señal del más allá; algo que le indique al otro que en el cielo se la pasa bien, que es bueno, que hay golf…

Los dos, en un acuerdo total, cierran esa promesa con un apretado abrazo…

El tiempo pasa…

Pasan cinco años más y uno de los dos falta a la cita inesperadamente.

Pedro no viene.

Juan, acongojado y luego de casi seis años de luto y tristeza, que superaba lenta y progresivamente, vuelve a jugar, pero ahora solo.

Una mañana de sol radiante, en el hoyo 4, Juan pierde su pelota entre los arbustos. Mientras la busca pacientemente escucha que desde arriba de un árbol alguien lo llama: _Juan… estoy aquí, aquí arriba. Tu pelota la tengo yo…

Juan sorprendido lo ve a Pedro, angelical y flotando resplandeciente, se saludan afectuosamente y recuerdan aquella promesa de la ‘juventud’.

Entonces Pedro le dice a Juan que tiene dos noticias que darle, una buena y otra no tanto…

La primera, dice Pedro suavemente, es que en el cielo hay unas canchas de golf espectaculares, fenomenales, realmente se la pasa bien…

La segunda, termina Pedro, es que mañana a las 9 tenemos salida juntos…

Un abrazo.

Marcelo H. Barba.