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Dos divertidas

Dos divertidas anécdotas con un grande:
Roberto De Vicenzo.
Por Martín Gorostiza

En la nota anterior, comenté que mis viajes a jugar golf eran exclusivamente a la costa Este de los Estados Unidos y mencioné algunos lugares con canchas de campeonato magníficas, entre los que destaqué Hilton Head Island, ponderando especialmente Harbor Town con su espectacular hoyo 18 y el faro que la caracteriza.- Esta semana comienza a jugarse allí el MCI Heritage (acaba de finalizar el de tennis, cuyo court central está detrás del hoyo 1), y nuclea a los mejores jugadores de la gira americana.- Si pueden seguir el torneo por este medio y conocer algo más del lugar, háganlo, no se lo pierdan, vean la cancha, los scores, el diseño de sus hoyos y después me cuentan que opinan del 16,17 y 18.- Lástima que usando esta vía, no podrán comer langosta, o langostinos que se pescan allí mismo, en los restaurantes del puerto; chiquito pero muy, muy coqueto.-

Mientras corre “la pluma”, me acuerdo de un plato de tallarines con langosta y una salsa de crema muy suave, compartido con mi amigo Enrique Villamil en el Crazy Crab, previos scotch’s en un pequeño bar que está enfrente, ubicado en el centro de un paseo peatonal lindísimo, bordeado de flores. No cuento nada más, muero por volver.-

En esta ocasión, apartándome de la idea de escribir acerca de los viajes de golf y las canchas norteamericanas, me gustaría comentarles algo local, ya que el pasado 14 de abril fué el cumpleaños de uno de los más grandes golfistas de la historia, de quien gozo del privilegio de su amistad.-

El resumen es que hizo !!!!63!!! a los sesenta y cinco años, diez menos subiendo el uno por el zapato y fallando a propósito un corto putt en el 15 para permitir que Anzaldo gane el hoyo con birdie, todo ello con distinto calzado, uno propio, otro ajeno.- Mientras transcurría el juego, Roberto me decía que yo parecía ausente, a lo que respondí que no era así, estaba muy concentrado en el suyo, deleitándome con el espectáculo de ver esa enorme persona, en todo sentido, desplegando un golf increíble, como el de sus mejores tiempos y que por nada del mundo me lo podía perder, porque en esa tarde de récord solo éramos los tres únicos mortales del universo contemplando esa obra de arte.-

Un breve cuento más acerca de Roberto.- En el verano de 1992 recibimos en la Argentina la visita de Severiano Ballesteros, venía invitado por Vicente Fernández a jugar una exhibición con Romero y De Vicenzo en las canchas de Mar del Plata (nuestro Saint Andrews, La Catedral) y la Colorada del Jockey Club en San Isidro.-

Para la exigencia, a los sesenta y nueve años De Vicenzo bajó nueve kilos y se entrenó durante tres meses.- Me llama al miércoles previo invitándome a jugar con él al día siguiente en Ranelagh y testear su juego, sobre todo el drive y los hierros largos.- Yo no podía creer que Roberto hiciera eso cuando su más remanido lema es “el juego corto para comer, el largo para entretener”; ciertamente su intención era entretener.-

Quienes me conocen saben que yo pegaba grandes distancias con el drive, imagínenlo si Roberto me estaba pidiendo que forzara mis tiros para medir la propia. Así lo hice y, ante mi asombro, me sacaba veinte o treinta yardas y luego jugaba un o dos hierros menos.- Terminamos de jugar y mi despedida fué hasta Mar del Plata.-

Me tomé el avión de la mañana y llegué al club un par de horas antes de la salida de ese fantástico foursome que venía a dar espectáculo y sin lugar a dudas lo hicieron.- Quien conoce bien esa cancha y la ha sufrido jugando sabe a que me refiero; en el hoyo diez Roberto y el Seve salieron con drive y fueron al pozo de la derecha antes del green, allí pude ver dos de los mejores tiros que jamás haya presenciado en mi vida.- Si Roberto la dejaba a cinco metros de la bandera el fuego sagrado seguiría intacto y demostraría porque era un grande.- La dejó a dos metros y medio, pero el Seve la dejó a treinta centímetros luego de un tiro pluscuamperfecto, la pelota entro al green, se frenó y comenzó a rodar como si fuera un putt bien golpeado desde corta distancia, rozó el hoyo y no entró de casualidad.-

Pero el cuento es otro.- Busquen en la página correspondiente la cancha de Playa Grande en Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires, vayan al hoyo cuatro y vean su diseño y la distancia que tiene.- Profesionales de la talla de quienes estaban deleitándonos, salen con hierro 6 ó 7.- Roberto tomó su drive ante el asombro general y particular del Chino, el Gato y el mío; hizo un swing de dama y salió una pelota “perfecta”.- Severiano hizo lo mismo, tomó el drive ante la sonrisa general y particular de Roberto, el Chino, el Gato y yo, pegando un “drivazo” que mandó la pelota a la base naval, cruzando la avenida Peralta Ramos de aire.- Por supuesto ganó el hoyo con una ovación.- El diablo sabe por diablo…

Hasta la próxima.-

Un abrazo.-