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El cuidado

«Cuidado con la naturaleza….»

El otro día tuve la oportunidad de vivir una experiencia que vale la pena comentarla, a propósito del cuidado que uno debe tener con las plantas…y el sentido común que debemos aplicar frente a las malas situaciones.

Mi pelota salió del tee del 14, como en otras tantas oportunidades… con un slice maravilloso, buscando automáticamente el mejor arbusto al costado del fairway para finalizar su despreciable recorrido allí, escondida bajo una mata de espinillos impenetrable.

Como lamentablemente soy humano (y calentón), no tuve ese minuto de frialdad o profesionalismo, o más humildemente, objetividad y frialdad para analizar esa situación y opté entonces, trágica y torpemente de recuperar un tiro en lugar de declarar injugable la pelota y aliviar la situación con la correspondiente multa.

Fue así que me metí en una mini-selva, agachado y gateando, tratando de no pincharme tanto con las espinas hasta llegar a mi querida y blanca pelotita… Allí me encontraba, con el putter en la mano, tratando infructuosamente de armar un tiro que se parecía más a un tacazo de billar que a un decente golpe de Golf.

Por supuesto que erré.

Y por supuesto que volví a errar hasta que finalmente ví a esa cosa blanca odiosa y redonda salir hacia el fairway. Pero ya era demasiado tarde, la pelota reposaba como sonriendo irónicamente y esperando ser impactada por cuarta vez.

La cosa no era tan grave como para catalogarla de trágica, si además, al tratar de salir de abajo de semejante arbusto no hubiera rozado sin darme cuenta, un insecto (creo que fue una avispa) que me dio un tremendo pinchazo en el medio de la espalda, con lo cual, además del picotazo y de mis dos tiros desperdiciados allá abajo, reaccioné como un resorte ante el dolor, incorporándome de golpe como si me hubieran dado electricidad, motivo por el cual me clavé, adicionalmente, una espina de la misma planta en el cuello, justo cuando estaba debajo de una rama gruesa que ostentaba las mejores y más sólidas púas de todo el arbusto.

A esa altura estaba con más ganas de irme a la ducha caliente que en pensar en el cuarto tiro, pero la ayuda de mi caddie hizo que me repusiera (además de sacarme los restos intestinales de la abeja o avispa de la espalda) y que continuara los pocos hoyos que faltaban…

Lo que podemos sacar en limpio de toda esta payasada, es la humildad y acto de sumisión que tantas veces nos porpone este maravilloso juego de Golf, como en la misma vida y no lo entendemos ni atendemos como se debe hacer. Es allí donde podemos aprender a resignar un golpe para poder recomponernos de una mala jugada y así poder salvar la situación de una manera más airosa y pensada.

Doblegarnos y resignarnos no es fácil; manejar el amor propio tampoco, máxime frente a los demás.

Los precios que se pagan cuando uno es un cabeza dura son muy altos.

Más vale perder un tiro y sacarla a buena, que tratar de ganarle a lo anti-natural por el mero y sólo hecho de creerse un buen jugador… el Golf nos abofetea crudamente cada vez que pensamos en eso y tiene razón.

Finalicemos con un chiste para el bar del 19 que se adapta bastante bien
a esta situación:


Cancha de Córdoba. Día soleado y caluroso. Dos amigos tan cordobeses como
la peperina.

Uno de ellos se vá con su tiro debajo de un arbusto y comienza a buscar su pelota, agachado en cuatro patas.

Se escucha un terrible grito y gemido.

El otro compañero se asoma al arbusto y lo vé a su amigo retorciéndose de
dolor en el piso, con lo cual le pregunta:

_Beto, quéi pasa?
_Cacho!! Me picó una víbora… me picó una víbora ¡!
_Dónde!? Pregunta Beto inmutable…
_Acá… justo acá…en el pito. Dice Cacho señalándose el pene.
_Quedate quieto!!! No te muvá que vua’ir a la enfermería pa’traer ayuda!!

El enfermero del club le dice a Beto que mientras él busca ayuda, trate de hacerle un torniquete con el cordón del zapato, justo en la base del miembro para cortarle la circulación sanguínea y que además, chupe el veneno de la herida y escupa hasta que salga sangre limpia…

Beto se dirije nuevamente hacia el arbusto donde estaba su amigo y lo encuentra con semejante miembro en sus manos, retorciéndose y esperándolo…

_¡Beto! decime…qué vua’pasar, qué te dijeron en la enfermería??
Pregunta Cacho desde el piso y con un gesto de dolor.

Beto mira a su amigo, a su largo y enrojecido miembro y nuevamente a su amigo y le contesta:

_Te vuá? morir Cacho… que te vuá morir…

Hasta la próxima.
Marcelo H. Barba