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El Golf y la Familia

El Golf y la Familia…

Contrariamente a lo que muchos dicen, refiriéndose a que el Golf es un deporte solitario, donde no existe diálogo ni momentos en donde poder expresar algunos sentimientos, yo creo sin embargo, que es uno de los pocos deportes donde se tiene esa facilidad más que en ningún otro.

Todos hemos escuchado alguna vez, que es una actividad que nos aleja demasiado de nuestro núcleo familiar, que nos apartamos de ellos durante más de cuatro horas en cada partido sin compartir nada de los fines de semana.

Es probable que algo de razón exista, no lo niego ni me voy a poner a defender una situación tan real y concreta como esa, ya que de tiempo se trata y los relojes son demasiado objetivos en este tema. Pero no se trata solamente de TIEMPO.

Quizá muchos de los que opinan sobre esa soledad y desencuentro, no han hecho un pequeño esfuerzo personal para tratar de interpretar el motivo de esas situaciones, ni han podido aportar su propio grano de arena para darle alguna solución al tema.

Como en todo, siempre se trata de dos partes y ambas deben ser atendidas. Por un lado El Jugador y por otro La Familia: Hablando de ‘La Familia’, nuestro principal refugio de paz, de encuentros y diálogos, de problemas y apoyos mutuos, es mi opinión, que la misma debe saber interpretar esa especie de filosofía y forma de vida ó finalmente carácter, del quien eligió al Golf.

Principalmente deben saber que el Golf no es como cualquier otro deporte, como el tenis o el squash ó la natación misma, donde se trata de desgaste y agotamiento físico para llegar, finalmente, a un estado de paz o cansancio que nivela momentáneamente el otro agotamiento, el estrés mental.

Quien elige el Golf, elige una forma distinta de ‘distraerse’, lejos de la transpiración y del agotamiento físico como elemento primordial del ‘desenchufe’ mental.

Por el contrario, selecciona una actitud pensante y analítica de su problemática y, lentamente a través de casi seis kilómetros de caminata, prioriza su mente y con ella condiciona cada movimiento y acción muscular de su físico, logrando con ello un punto de abstracción similar a quien jugó dos horas de tenis o noventa minutos de fútbol.

Ninguna cosa es mejor que otra. Las dos son válidas y conducen a lo mismo. Solamente hay que saber interpretar y respetar el mecanismo que cada uno elige como válvula de escape y nivelación, del mismo modo que quien elige la música, la lectura o algún hobby como forma de distracción y puesta a tierra.

Quien juega Golf en forma amateur, ha descubierto que esas horas en paz mental en medio de la naturaleza le sirven para poner en orden sus pensamientos, prioridades, y desencuentros con el día a día de su trabajo y responsabilidad.

El Jugador, por su parte, también puede esforzarse por entender un poco más a su familia y sacrificar (si vale la pena este término) parte de su vida deportiva, imponiéndose la práctica de este deporte en los horarios menos conflictivos donde sabe que no existirán problemas de desencuentro: bien tempranito… ya que en casa todos duermen hasta más de la diez, máxime tratándose de vacaciones o de fines de semana.

Existe también otra posibilidad, quizá una de las más preciadas: poder compartir este deporte, cada tanto, con alguno de nuestra familia.

Aunque no lo jueguen ni tengan la menor idea, pero el Golf nos brinda además esta hermosa facilidad; que por ejemplo nos pueda acompañar nuestro hijo en alguna oportunidad y podamos estrechar con él, un especial encuentro dedicado de cuatro horas de diálogo como nunca antes pudimos hacerlo; sin músicas estridentes ni teléfonos, sin interrupciones ni televisión, sin reuniones ni secretarias que se interpongan, en fin, solamente la naturaleza y el diálogo de ambos durante kilómetros de estar juntos.

Quizá sea un ejercicio o elemento más de acercamiento (que hasta ahora no se nos había ocurrido) para con nuestros hijos y del cual obtengamos –nuevamente gracias al Golf- un grado de amistad más cercano. Es importante que compartan estos momentos de soledad con los padres, quizá sea lo que les esté haciendo falta para abrirse a un diálogo más profundo y más cercano.

Quizá sea importante también, que conozcan nuestra forma de ser allí, en el ‘juego’ donde le podemos enseñar mucho y sin siquiera pretenderlo, conceptos profundos de camaradería, caballerosidad, juicio y equilibrio, honestidad, manejo de situaciones difíciles, en fin, mucho de lo que también tiene la vida pero que hoy es muy difícil encontrar fuera de una cancha de Golf.

Nos vemos.

Marcelo H. Barba