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Qué momento

Qué momento!!…

En las vacaciones pasadas, me preparaba para salir a las 7:30, un día de verano en una mañana de sol espectacular en una de las más impresionantes canchas de Golf del Uruguay.

El starter, que terminaba de hablar por teléfono con mi compañero de juego (que lo había llamado para decirle que no podía venir) me preguntó si no tenía problemas en salir con otro grupo. Le contesté que no y que armara la línea como mejor le pareciera (fué mi gran error).

Me presentaron al matrimonio ‘XX’ y a un tercer Sr. llamado Carlos que no tenía ninguna relación con la pareja ni conmigo, nos dimos las manos y acto seguido, me invitaron a pegar primero.

Después le tocó el turno al Sr. XX, que pegó mal y finalmente, hizo lo propio Carlos con un tiro muy conservador por el medio del fairway.

Caminamos hasta el tee de damas, pegó la Sra. XX (muy desviado) y nos dirigimos cada uno hacia el segundo tiro.

Al principio no lo noté, pero me llamó la atención que el matrimonio en cuestión se cruzó un comentario duro y fuera de lugar, referido al golpe malo que tuvo la ‘dama’. La cosa en la pareja venía mal…

Después de otros tiros y arriba del green, volví a notar una marcada sensación de malestar en los ‘XX’ con otra situación similar de intercambio fuerte de palabras pero en voz baja y entre ellos.

Si se es medianamente observador, hay ciertas señales que uno debe saber descifrar en los primeros ‘síntomas’ y tratar de no sumar ‘leña’ por ninguna circunstancia; pero lamentablemente Carlos, que venía preocupándose demasiado por cerrar su primer hoyo con un ‘triple’, no supo decodificar esas señales y sin pretenderlo, prendió la mecha de una pequeña bomba con un comentario bastante humilde y diplomático.

Le sugirió a la Sra. XX, luego de que ésta hiciera su tiro en el siguiente hoyo 2, si podía caminar más ágilmente para no retrasar tanto el juego, ya que el grupo de atrás venía pisándonos los talones…

La dama lo miró y sin contestarle nada siguió su camino hacia el segundo tiro del hoyo 2, pero mascullando algo por lo bajo y con la presión a punto de reventar en cualquier momento.

La casualidad jugó también al Golf con una mala pasada, porque coincidió que la pelota de la Sra. ‘XX’ descansara a unos 50 cm. de la de Carlos… y ambas eran blancas y redondas…

La Sra. apurando su juego, se paró junto a su supuesta bola, hizo un swing de práctica y tiró. Carlos se acercó y le dijo muy diplomáticamente que creía que había tirado la pelota equivocada, ya que la de ella se encontraba a 50 cm. y no estaba en el fairway, sino en el borde del rough.

Muy molesta, la dama le contestó con una agresión, diciéndole en voz muy alta, que si necesitaba usar anteojos no jugara al Golf sin ellos y que no la molestara más con sus estúpidas acotaciones fuera de lugar.

Carlos, un caballero, que hasta ese momento venía preocupado por su tarjeta y nada más, reaccionó (a mi juicio bastante controlado) y se dirigió pausadamente hacia la pelota, la levantó del piso y se la entregó a su marido diciéndole que él sabía muy bien dónde le podía guardar esa pelotita a su mujer. Acto seguido se retiró del juego, caminando lentamente por el fairway hacia el club-house con su caddie, sus palos y la tarjeta del Sr. XX sin que nadie se percatara de este último detalle.

El marido, atónito y desencajado (todavía con la pelotita en su mano) no reaccionó y aprovechó la ocasión para increpar a su esposa por su actitud y falta de ubicación. Ella por su lado, explotó descargando la bronca contenida, vaya uno a saber desde cuándo, y en la mitad del hoyo 2 se desató una pública y sostenida contienda verbal entre ambos cónyuges ‘XX’.

Mientras todo esto sucedía, yo miraba desde unos diez metros, con mi hierro 7 en la mano, el desarrollo de una escena muy particular, donde mi presencia era solamente advertida por el caddie de la Sra. (que ahora sostenía la famosa pelotita en su mano) y me miraba como pidiendo auxilio, sin saber dónde guardarla.

Debieron haber transcurrido unos 4 minutos en todo este ‘proceso’ que en realidad parecieron 4 horas, pero en ese breve instante pude enterarme, a los gritos, de muchos problemas íntimos de la pareja que me pusieron en una situación extremadamente incómoda.

Miré la bandera, traté de calmarme y hacer un swing de práctica, hice dos más y tiré… convencido de que era lo mejor que podía hacer en ese momento.

Lentamente comencé a caminar hacia el bunker (maldije esa discusión…) y me fuí alejando hasta llegar a la arena. Miré hacia atrás y la discusión seguía aunque ya se trataba de una película muda.

Cuando finalicé el hoyo 9, solo, cansado y todavía nervioso, decidí parar en el bar para reponerme un poco de todo lo vivido y de la sed que tenía.

Ahí decidí abandonar el resto del juego y me fui a la ducha, no sin antes pasar por la oficina del starter para pedirle dos cosas: que vaya alguien a buscar al matrimonio ‘XX’ al fairway del hoyo 2 antes que se haga de noche y que en el futuro evitara armar salidas con matrimonios desavenidos…

Pero mi sorpresa fue mayor: el starter ya sabía la versión de los hechos a través de Carlos (que había abandonado hace rato) y le había contado su experiencia, pidiéndole además al starter, que si yo llegaba sano me anotara al otro día para hacer una vuelta de Golf reparadora y reivindicadora, cosa que hice y terminó en un inolvidable partido, por lo bien que jugamos y lo que nos reímos durante los 18 hoyos.

Ojalá que Carlos pueda leer esta anécdota y reconocer a los personajes para recordar aquel momento… Qué momento… !!

Más allá de lo tragicómico de este episodio, mi objetivo es que extraigan del mismo el espíritu que quiero transmitir: 1) Respeto por el prójimo; 2) Por uno mismo; 3) Por el Golf y porque esto también forma parte de la etiqueta, ubicación y calidad humana con la que todos tratamos de hacer y practicar este respetable y querido deporte.

Las cosas de casa en casa.

Ahh… si alguno en este verano llegara a jugar por esos lares y se topa con los ‘XX’ en la mitad del hoyo 2, hagan como si nada y peguen bien a la izquierda para evitar ese bunker nefasto…

Un chiste para cerrar:

_ Querido, cuando me muera te volverías a casar con otra ?
_ No mi amor, nunca…vos sos irreemplazable.
_ Querido, cuando me muera, volverías a salir con tus amigos ?
_ No mi amor, nunca… me quedaría en casa.
_ Querido, cuando me muera, venderías mis cosas ?
_ No mi amor, nunca… me servirían para recordarte siempre.
_ Querido, cuando me muera, le darías mis palos de Golf a otra mujer ?
_ No mi amor, ella es zurda y no le servirían para nada…

Un saludo. Nos vemos

Marcelo H. Barba